Residente hace 20 años en Inglaterra, el autor de los 10 mil narcisos que emplazó, primero, en Somerset House y de “Geología reconstruida”, escultura pública en el centro de Londres, es reconocido como uno de los mejores escultores en arcilla en el Reino Unido. Con nuevas piezas procedentes de Inglaterra, inaugura el jueves, en galería Artespacio, esculturas y por primera vez, pinturas.
“Mi taller está a cinco minutos de mi casa, al este de Londres. Me voy a pie gozando de la naturaleza por el borde de Victoria Park, uno de los parques más hermosos de la ciudad. Para mí, un día de taller son 10 horas de trabajo. Y tengo un solo ayudante. Mientras pueda voy a seguir así, me gusta el trabajo en solitario, sin esos grupos enormes de ayudantes en donde el artista se convierte en un dealer”, afirma Fernando Casasempere (1958), en la galería Artespacio en donde inaugura el jueves, con el apoyo de Larraín Vial, una muestra inédita de pinturas y esculturas recientes, traídas desde Londres.
El autor de los evocadores 10 mil narcisos construidos manualmente por él, uno a uno en arcilla y relaves mineros, se ha convertido en un referente en el uso de la arcilla en la escultura contemporánea. “Busco extender al máximo los límites de la arcilla. Mi pelea en el taller es hacer hablar este material tan poco explorado y seguir investigando”, nos dice este artista chileno de casi dos metros de altura, poseedor de una fineza y calidez genuinas. Es considerado uno de los tres mejores escultores en arcilla del Reino Unido. Tiene obras en el Victoria & Albert Museum, emplazó una importante escultura en un céntrico espacio público de Londres y es autor de site specific como “Segunda piel” en Regent Park, que hizo para el parque de las esculturas en la Feria de arte Frieze.
En Chile le apasiona andar a caballo. “Me lleva a la cordillera en silencio y a recorrer el Chile profundo que es lo que realmente me interesa”. El viernes vuelve a Los Ángeles, Estados Unidos, donde también está exponiendo. Sus creaciones en arcilla se exhiben en museos y se encuentran en colecciones privadas y en edificios corporativos de Inglaterra. “Mi obra me permite trabajar en monumentalidades, en escultura y en lo orgánico”. En la actualidad, es artista del New Center en Londres y de Ivory press, en Madrid, la galería de la esposa del reconocido arquitecto Norman Foster, Elena Ochoa. En Chile, sus Narcisos después de exhibirse en el exterior de La Moneda, se quedaron en el norte, como quería, junto a las ruinas de Huanchaca. “Cada flor es única, realizada en un estado casi meditativo. En ese desafío se multiplicó la alegría y la agonía. En el arte tiene que estar el vértigo para mantenerse vivo”.
Lo precolombino. El desierto
—La nueva exposición alude a la “Memoria del paisaje”, habla de un retorno a lo primordial...
“Me refiero a la memoria de este paisaje ancestral que tenemos. Mi obra ha sido siempre una relación con lo precolombino. Si veo una pieza precolombina, me mueve el sentimiento; si veo un Rembrandt, me mueve la cabeza. Desde hace muchos años estoy hablando también de lo ecológico y mi arte se relaciona profundamente con la geología, con este país telúrico, con su capa tectónica”.
—¿Su primera exposición fue en el Museo Precolombino?
“Tuve la suerte de poder conversar con don Sergio Larraín y le dije que me encantaría hacer una muestra en los patios del Museo de Arte Precolombino. Poder mostrar una visión contemporánea en el material que ellos trabajaron. Me anclo desde ahí, en toda la cerámica moche, nazca y en los textiles. Hay una perfección imperfecta que me mueve”.
—¿Estas nuevas esculturas mantienen la misma relación con el mundo del arte precolombino?
“En las piezas orgánicas me alejo algo de lo precolombino, aunque mi obra sigue haciéndose sin esmalte como aquellas. Porque en la cerámica siempre se trabaja con esmalte; a propósito, hay quienes llaman gres a la cerámica como si fuera algo distinto, y el gres es solo cerámica a alta temperatura. En Europa muchos dicen que la buena cerámica se trabaja a altas temperaturas y les digo, ¡entonces el arte precolombino lo botamos porque es a baja temperatura! Esa ha sido una de las peleas que he ido dando”.
“Siempre he decidido que voy a tocar todo lo referente a la arcilla, a la cerámica. Y tengo piezas a altas temperaturas y otras a baja temperatura. Las pinturas son arcillas sin ser cocidas. Las esculturas de esta exposición las hice a alta temperatura y no tienen porcelana como otras: son arcillas rojas con un tratamiento de calcio que realizo para lograr el efecto que busco”.
Las marcas y la aridez del norte
A Fernando Casasempere le interesa la marca del paisaje, su memoria, la relación con la arquitectura y la experiencia estética del espectador. “Busco aquí dar la sensación de estar en el desierto y que el público tenga esa sensación de sequedad. Quiero que sientan el norte, la superficie seca de la tierra”.
—¿Se inspira también en la salitrera María Elena?
“Está el desierto y la salitrera. Hay placas y unos objetos. Quisiera hacer sentir también esa sensación que uno tiene al internarse en la salitrera y ver la marca que ha dejado el ser humano en la pared de un cuadro, un mueble. Es la memoria que hace el hombre. Y estos bloques tienen que ver con el ladrillo”.
—¿Qué lo impulsó a trabajar en pintura?
“En un momento me pregunté cómo hablo de la superficie de esas texturas. Me propuse hablar de la superficie de la tierra y de las marcas que se van dejando en el desierto. Aquí es el polvo que entra, pero lo que marca la pintura es la luz del día del desierto”.
—Su proceso para las pinturas es bastante especial y riguroso.
“Uso la arcilla en polvo. Las pinto en plano y el soporte de estas pinturas es un fieltro grueso, así se logran los craquelados. Pero he realizado todo ello luego de muchos procesos y de estudios con empresas especialistas que garantizan que esto resistirá el tiempo. Cuando trabajo con un material nuevo soy muy exigente”.
—El ser humano, sus emociones o las suyas propias, ¿las incorpora aquí?
“Creo que se incorporaron antes por mi inquietud por el tema ecológico, que partió en 1991. Esa inquietud se transmite. Hablo de la crisis climática, pero también doy soluciones al trabajar con los relaves mineros. Me llevé los relaves a Londres e hice obra, lo mezclé con mis arcillas. Aunque después me he internado en la ecología a través del concepto, desde la idea de la obra”.
—Pero se ve que es muy importante la estética en su arte, ¿la belleza, tal vez?
“Sin quererlo he tratado de hacerlo horrible pero surge de una belleza profunda. La materia es de una enorme belleza. Creo que para hablar de temas tan brutales como es la destrucción del paisaje y el cambio climático tiene mejor llegada si hay una belleza”.
—¿Cómo ve la escena londinense contemporánea frente a la belleza en el arte, en el país de un Bacon, de movimientos de arte “feístas”...?
“¡Francis Bacon es bello! —salta de inmediato— Yo me fui de Chile porque me estaba yendo muy bien y mi obra podía ponerse muy blanda, conformista. Y la primera muestra que vi en Londres fue “Sensation”. Me encontré prehistórico, pero hoy Damien Hirst está pintando puntitos. Yo estoy en un camino personal hace 50 años”.
En concurrido espacio londinense
Y entre los mayores logros de Casasempere se encuentra su escultura evocadora “Geology rebuilt” (Geología reconstruida) ubicada en uno de los ejes urbanos de Londres.
—¿Cómo se planteó ese desafiante trabajo?
“Me invitaron a realizar una obra monumental a la salida de Tottenham Court Road Station, contiguo a la estación de Picadilly Circus, donde hoy circulan 90 mil personas al día. Busqué poner al público frente a la materia y reconstruir materiales y proporciones. Se apoya en el muro de una iglesia católica de ladrillo rojo y en un edificio contemporáneo de vidrio y acero. Construí la obra con el mismo principio en que se hacen los ladrillos pero con una visión contemporánea desde la arcilla. Consta de dos cubos perpendiculares (de más de 3 metros cada uno) y están realizados dando una sensación de cáscaras que cuando se unen se asimilan a la grieta de una piedra. Trabajé con una mezcla de arcillas de alta temperatura amarillas y grises, con porcelanas y cobalto para darle un tono más azul”.
—¿Y entiendo que trabajó con un taller de alta tecnología en España, Factum Arte, donde acuden artistas como Kapoor y Abrahamovic?
“Esta era una obra muy complicada para el espacio público y debía ser trabajada con calculistas, ingenieros, porque además lleva una estructura en fierro por dentro. A ese taller acuden artistas para sus obras más complejas, es como una ‘fábrica' para artistas”.
—Pero usted le da enorme importancia a la manualidad en el arte.
“¡Es esencial! Surgen cosas cuando conoces la materia. Mientras más se sabe el trabajo artesano hay más herramientas para enfrentarlo”.
—¿Y cómo ve el estado de la escultura contemporánea en Chile en el espacio público?
“No estoy demasiado al tanto, pero me preocupa mucho que las buenas ideas no lleguen hasta el final. Porque si se decide poner una obra, tiene que tener una mantención para siempre. Pero parece que se les olvidó...”.
—¿Si lo invitaran, se atrevería a instalar una obra pública en el Santiago actual?
“Tendría que ver hasta el último apriete de la tuerca, pero dispuesto a cooperar”.
—De su aprendizaje en el Reino Unido, ¿qué sería bueno que pudieramos tomar?
“La seriedad. Cada uno tiene su rol y es claro: galerista, artistas, la ciudad. Tengo una escultura que al final quedó en un coleccionista chileno y fue una invitación de la Fundación Moore a Venecia para realizar una obra que hablara del hundimiento de esa ciudad. Busqué desafíos, sentirme amenazado y lo logré. Concebí esa obra como un sitio arqueológico, el Gran canal lo hice de una porcelana blanca, otra parte hablaba de cómo la arquitectura toca el agua y hay una cúpula como los Duomos, en color terracota y unos huesos adentro que hablan de los osarios. Estuvo en Sotheby's y cuando The Times, de Londres, escribió de esa exposición y dijo que era la de mayor interés. El hecho es que cada eslabón del proceso fue hecho con enorme responsabilidad”.